Por Fernando Guzmán
Vivimos en una sociedad plural donde cada quien tiene
capacidad de discernimiento y existe libertad de expresión. Esos derechos son
inviolables y cuando alguien trata de coartarlos se derrumba la coexistencia
pacífica de los pueblos.
Virtudes aparte, Maduro debe detenerse a reflexionar
acerca de sus falencias. Entiendo que el Presidente debería penetrar en lo más
intrincado de su interior para captar su debilidad de carácter, su poca
autenticidad, lo cual pudiere permitirle comprender que él no es CHAVEZ.
Considero a Maduro un hombre íntegro y bien
intencionado, pero sus condiciones no alcanzan el férreo e innato nivel del
liderazgo y conocimientos políticos de Hugo Chávez, lo cual provocaba en sus
adversarios, admiración, respeto y hasta aceptación de algunas de sus disgresiones.
Ese país suramericano y ese presidente cuentan con una
enorme cantidad de adeptos, pero también tienen muchos detractores, interna y externamente, que pudieren
desear una debacle que degenere en una odiosa y detestable intervención
internacional.
No se gobierna un país con rencor, no se gobierna con
orgullo. Se gobierna con sentido común y
aunque se quiera beneficiar a los desposeídos, como lo intentó Chávez, nunca se
deberá dañar a quienes constituyen el motor del progreso.

Aunque Nicolás Maduro no cuente con la simpatía de
muchos, todos aceptarían la manera de conducirse de un Presidente que cumpla
las Reglas del Juego.
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